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viernes, 30 de noviembre de 2012

Los motivos del viaje de Florentino Ameghino a Buenos Aires en Febrero de 1872 para entrevistarse con Burmeister

2012.  Hugo P. Castello, MACN:  en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".
Casi todo el mundo sabía que Darwin había encontrado fósiles en su viaje alrededor del mundo a bordo de la Beagle,  y en especial durante su recorrido por distintos puntos de nuestro territorio. Las descripciones que posteriormente realizó Owen los hicieron aun más conocidos. Eso contribuyó a que la extracción de fósiles y su venta a los museos de ciencias naturales de París, Londres y Milán se convirtiera en un negocio muy rentable para muchos argentinos y extranjeros que vivían en nuestro país.. Quienes participaban en este comercio fueron fundamentalmente inmigrantes italianos y franceses radicados en nuestros territorio.
En 1869 la familia Ameghino estaba radicada en la Villa de Luján y en una modesta casa vivían su padre, Antonio (italiano, 45 años) (1), de profesión de zapatero, su madre María Armanini (italiana, 40 años) y  sus tres hermanos: Filomena (14 años, Juan (10 años) y Carlos (4 años), en tanto Florentino con 16 años ya sabía leer y escribir vivía en Mercedes y se desempeñaba como ayudante de preceptor en un colegio.
No hay  pruebas de que el padre se dedicara a realizar excavaciones en las márgenes del río Luján, quizás se trataba de Florentino, pero la cuestión es que Andrés Lezcano, quien además de estanciero era el Juez de Paz, (2), le envía el 6 de Febrero de 1872(ver anexos)  una intimación escrita al padre para que se abstenga de continuar excavando en los sitios de Bretón, y éste de alguna manera se comunica con su hijo en Mercedes y en respuesta le escribe a  su padre al día siguiente (7/2/1872)  para comunicarle que ha decidido viajar a Buenos Aires para entrevistarse con el Dr. Burmeister.
Burmeister después de su segunda llegada a nuestro país había realizado poca salidas a campo en procura de fósiles, y por lo tanto decidió depender, para escribir sus descripciones de los fósiles pampeanos, de las compras  y obsequios de fósiles que le aportaban los estancieros y algunos buscadores profesionales
Ya en 1863, un año después de su nombramiento como director, una de las primeras medidas que había tomado Burmeister respecto de los fósiles, fue solicitarle por escrito al Ministro Superior de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que le hiciera saber a los Jueces de Paz del interior bonaerense para que informaran sobre el hallazgo de fósiles en su jurisdicciones (3).
Un año después, en1864, Burmeister se quejaba al ministro Mariano Acosta de un italiano, un tal Juan Dulieni, de la villa de Mercedes que excavaba y vendía fósiles al exterior, y en la misma nota lo invitaba al Ministro a prohibir la exportación de fósiles, por lo que el ministro le recordó en su respuesta, que el Gobierno provincial había prohibido la exportación de fósiles por Decreto del 14 de abril de 186 (4), tarea muy difícil de controlar en la aduana del puerto de Buenos Aires, lo que convirtió a esa disposición en infructuosa por lo qie el ministro le recuerda que la exportación de fósiles estaba prohibida por medio del Decreto del 14 de abril de 1863 (5).
Dos años después Burmeister le comunica al Juez de Paz que el Sr. Pedro Bretón  (7, 8,10) está autorizado a extraer fósiles para el Museo Público (6).
Esa misiva de Burmeister es la prueba que confirma la relación comercial con los Hermanos Juan y Pedro Bretón (franceses), la cual se inicia en 1865 y dura algunos años. Ambos hermanos se dedicaban a excavar fósiles en las márgenes del río Luján, logrando que alguno de ellos le fuera comprado por Burmeister para la colección del Museo Público, como por ejemplo el Gliptodonte que le había vendido al museo en 1866   y el caballo fósil, que con posterioridad dio lugar a una publicación científica.
En 1867 le solicitó al Ministro que diera la orden para que la gente pobre no pudiera “sacar” fósiles del suelo de la provincia (9). Es interesante destacar que no incluye en esa solicitud a los estancieros, quienes le proveían de fósiles como es el caso del Sr. Larroque, quien en 1867 le vendió  por la suma de 15 mil pesos un Glyptodon tuberculatus de la Villa de Mercedes (11,12),  y tampoco incluye a los extranjeros buscadores de fósiles.
Cuando uno de los Ameghino (probablemente Florentino y no su padre Antonio), realizó excavaciones en las márgenes del río Luján, donde uno de los Bretón había hallado fósiles previamente, éste se entera y se debe haber quejado sin dudas a Burmeister o al Juez de Paz, quien a su vez lo intima a don Antonio, en su condición de padre de Florentino y a su vez residente en el área, para que abstenga de continuar excavando.

Las consecuencias de la entrevista entre Ameghino y Burmeister en el futuro del primero. La primera disputa registrada por lo yacimientos fósiles del Luján. El inicio de una  enemistad de por vida.

Al respecto de la carta de Florentino a su padre Antonio, Casinos (2012) dice lo siguiente:
Se conoce una carta dirigida por él a sus padres en fecha tan temprana como febrero de 1872 (Florentino tenía 17 años) en las que les comenta que va a ir a Buenos Aires a visitar al “director del museo”. Es muy probable que, en aquel momento de su primera juventud, no tuviera hacia la institución y a su responsable, otra cosa que un sentimiento de, dígase, cierta admiración. Muy posiblemente la actitud de Burmeister hacia él debió traumatizarlo muy fuertemente, borrándole cualquier atisbo de admiración. Queda constancia de esa amargura, en una carta que dirigió a Francisco P. Moreno, a principios de 1881, cuando todavía se hallaba en París. En la misiva relata de la siguiente manera las raíces de su enemistad con el aludido Burmeister. Hacia fines de 1873 o comienzos de 1874 (no estaba seguro de la fecha, (en realidad  fue en 1872) habría visitado a Burmeister a propósito de sus excavaciones. La actitud de éste habría sido francamente despreciativa, afirmando que los descubrimientos del joven aficionado no le inspiraban la menor confianza y si realmente se confirmasen, tampoco tendrían importancia. Esa en absoluto  receptiva acogida, habría  provocado no obstante su empecinamiento. Afirma literalmente en la misma carta, que gracias al desprecio del alemán, siguió con el tema y en el momento presente no era un simple maestro de escuela. Compara finalmente ese rechazo con la actitud del Profesor Giovanni Ramarino que le dio todo su apoyo”.

Es interesante ver como el tema de la intimación del Juez de Paz a su padre en 1872 no es mencionado en una carta posterior de Florentino a Moreno,  y da lugar a pensar que Ameghino solamente mencionó sus descubrimientos de fósiles a Burmeister, cuando en realidad el viaje repentino y los escasos días transcurridos desde la recepción del escrito de Juez de Paz Lezcano, indican que dicha intimación tiene que haberle preocupado seriamente, y no seria aventurado pensar que con seguridad trató de convencerlo a Burmeister para que autoriza sus excavaciones, ya que de continuar las intimaciones de parte del Juez de Paz, hubiera tenido que suspender sus búsquedas de fósiles, que desde joven eran su pasión, pero que a su vez perjudicaba a su padre.
Si bien desconocemos el resultado de dicha entrevista, podemos deducir que el resultado de la misma no fue favorable para el primero.

Este caso constituiría, por lo tanto, el registro escrito de la primera disputa local  por los yacimientos ricos en fósiles entre paleontólogos de Argentina, tan frecuentes hoy en día, y que habrían tenido su inicio en aquel momento.
Uno o los dos hermanos Bretón, en aquel entonces, era el proveedor oficial de fósiles en Luján y estaba autorizado por el sabio alemán, y a su pedido por el gobierno provincial para esa actividad.
Para el sabio alemán, Ameghino representaba quizás a un joven e inexperto, un paisano que podía dañar los fósiles o recogerlos y no depositarlos en la colección del  Museo Público.
El viaje de Florentino Ameghino a Buenos Aires en el verano de 1872 para ver a Burmeister tiene que haber tenido seguramente como objetivo lograr que el director del Museo no le impidiera a Florentino continuar excavando. Si bien desconocemos el resultado de dicha entrevista, podemos deducir que el resultado de la misma no fue favorable para el primero.
La realidad demostró que después de 1862 y a pesar del control del Juez de Paz, Ameghino  continuó excavando fósiles en las barrancas del río Luján, y pudo reunir una valiosa colección fósiles, dando a conocer nuevas especies en 1875, lo que permitió ese mismo año presentar siete cajones de fósiles en un concurso-exposición organizado por la Sociedad Científica Argentina donde fue premiado con la última de las 14 menciones honoríficas. A su vez el control aduanero en el puerto de Buenos Aires era laxo o nulo y la exportación de fósiles argentinos al exterior continuó siendo un negocio redituable para los locales y los extranjeros radicados en nuestro territorio. El mismo Florentino Ameghino llevó muchos años después su primera colección de fósiles para exhibirla en Paris y posteriormente la vendió.
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Anexos:
Intimación del juez de Paz (trascripción textual)

Luján, 6 de Febrero de 1872
Don Antonio Amegin se astendrá bajo la mas seria responsibilidad (sic) el hacer escavaciones (sic)  en la costa del río en los pasajes que tiene marcados el Sr. Bretón,
pues no se le reconoce… en este Juzgado? *
Matasello oval
Juzgado de Paz
De la Villa de Luján

En lápiz agregado
Andrés Lezcano
Juez de Paz
Documento No. 621 de la correspondencia de F. Ameghino

Nota de Florentino a su padre Antonio

Sr. Don Antonio Ameghino
Villa de Luján

Mercedes 7 de Febrero de 1872
El objeto de esta nota no es otro que el anunciarle que he determinado
ir a la ciudad el sábado próximo, pues es necesario que vaya a hablar yo mismo con el director del Museo. Así que el viernes por la tarde, pasaré por esa por si acaso Ud. quisiera venir también Por ahora no me resta otra cosa que saludarlo, lo mismo que a toda la familia.
Su querido hijo

Florentino Ameghino
Documento No. 622 de la correspondencia de F. Ameghino.

Bibliografía

Casinos, A. 2012.Un evolucionista en el Plata. Florentino Ameghino. Univ. Maimónides-FHN: 427 pp. Buenos  Aires

Notas
(1) Según datos del Censo Nacional de 1869, Antonio Ameghino figura como Antonio Amegin (del mismo modo en que se dirige a él, el Sr. Lezcano, Juez de Paz.  La madre figura como Armanin y Florentino como Ameguino.
(2) Andrés Lezcano 39 años, casado, Lujan, estanciero (figura como Lescano) (Censo Nacional, 1869).
(3) Burmeister solicita la suma de $ 3000 al Ministro Dr. Mariano Acosta para gastos extraordinarios y propone que el gobierno solicite a los Jueces de Paz del interior que informen sobre el hallazgo de piezas fósiles en el territorio provincial. (12/1/1863) (AHMACN No.16ª).
(4) Burmeister a Mto. M. Acosta: se queja de un italiano, Son Juan Dulieni de la villa de Mercedes que vende fósiles al exterior e invita al gobierno a prohibir la venta de fósiles (18/6/1864)  (AHMACN No.47).
(5) P. Cárdenas a Burmeister: acusa recibo de su nota y le recuerda que el Gobierno provincial prohibió la exportación de fósiles por Decreto del 14 de abril de 1863. (16/7/1864) (AHMACN No.48).
(6) Burmeister al Sr. Juez de Paz de Luján, D. José Maria Leal. Le comunica  que el gobierno autorizó al  Sr. Pedro Bretón para extraer unos fósiles para ser presentados al Museo Público. (17/5/1865) (AHMACN No. 88) (en la misma hoja).
(7) Pedro Bretón, jornalero, francés, 27 años, casado con la española Catalina Bretón, 22 años, radicado en la ciudad de Buenos Aires. (Censo Nacional de 1869).
(8) P. Cárdenas a Burmeister. El Gobierno emite permiso oficial al Sr. Pedro Bretón para extraer osamentas de animales antediluvianos  que ha encontrado en la provincia, y le informa que debe dar conocimiento al Sr. Juez de Paz de la zona (17/5/1865) (AHMACN No. 87).
(9) N. Avellaneda a Burmeister. Informa que ha pasado al Mto. de Hacienda el reclamo de 500 p.m.c. para suscripción de 20 ejemplares de los Anales del Museo. (1/8/1867)  (AHMACN No. 176). y al pie una breve nota de Burmeister donde dice:Nota mía al Señor ministro pidiendo orden que la gente pobre no debe sacar mas huesos fósiles del suelo de la provincia (8/8/1867)  (AHMACN No. 177).
(10) Remito de cuentas pagadas por Burmeister de su bolsillo. Una de las cuentas “es del francés Pedro Bretón que busca nuevos fósiles con permiso del Superior Gobierno para el Museo Público. Ha traído este señor una cáscara de una clase nueva de Gliptodonte con la cadera entera y un pie de Mylodon, avisándome que el esqueleto entero se encuentra en el mismo lugar del Río de Lujan, pero tan bajo en el agua que no puede sacar mas.” (3/2/1866) (AHMACN No. 121).
(11) N. Avellaneda a Burmeister. Le informa que el gobierno le brinda permiso para que se  ausente ocho días del museo. En el reverso Burmeister le menciona al ministro que el propietario del molino cerca de la villa de Mercedes, Sr. Larroque, ha hallado en la barranca del río un ejemplar completo de Glyptodon tuberculatus y que desea ir a al lugar para recuperar los huesos fósiles. (15/5/1867)  (AHMACN No. 166).
(11) Por orden del Gobernador se le solicita envié el Presupuesto de Gastos de ese Departamento  para el próximo año 1868. En  la 2ª. Pag.: Gastos de  15.000 p.m.c. por el tema de Glyptodon en Mercedes (en alemán), en 3ª. pag. Enviado por Burmeister el 7/6/1867: Salarios: Director: 3000 p.m.c., preparador: 1200 p.m.c. , cazador y ayudante-preparador: 800 p.m.c., portero: 500 p.m.c., Gastos mensuales: 1500 p.m.c.: Total 84 mil pesos anuales  (5/6/1867) (AHMACN No. 167, 168, 169). En respuesta a la nota de Burmeister informa, que habiendo viajado a Mercedes y dado que ha abonado 15.000 p.m.c. para comprar un Glyptodon tuberculatus, el Gobierno está de acuerdo con respecto al pago. (11/6/1867)  (AHMACN No. 170).

Burmeister, Amgehino y Moreno no fueron pragmáticos. Sus estudios de fósiles y de indígenas no se acercaban a los intereses económicos de los políticos del último cuarto del siglo XIX.

2012.  compilado y traducido por Hugo P. Castello, MACN:  en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

En la “Historia de la Creación
”Burmeister abraza la idea que todas las especies son fijas y que son realizaciones  imperfectas de una especie original, una ontología, que se presenta en fuerte oposición a la idea de Darwin de la variabilidad al azar de las especies.
Burmeister sostenía que esta idea de especies fijas modeladas a partir de una ideal era especialmente cierta para el género Homo. En su teoría había un ser humano ideal subyacente, perfecto, que fue alterado por la influencia de los diferentes habitats en el cual cada raza fue concebida. Mientras que algunos sostienen que Burmeister era un racista, otros sostienen que, a pesar de su opinión que había diferencias innatas entre las razas, la idea que todas eran copias imperfectas de una ideal perfecta, implica que ninguna raza es mejor que otra.
Su idealismo en este aspecto contrasta con su forma estricta empírica de pensar al rechazar la teoría de la evolución por su falta de videncia empírica.
Para Burmeister la evolución “estaba fuera del alcance de la justa experimentación”. En cualquier caso, lo mismo puede ser fácilmente dicho de su especie  “ideal”. Mas aun, estudios genéticos modernos, prueban que Darwin tenia razón y que Burmeister estaba equivocado.
En Argentina, astutamente Burmeister llevó adelante sus obligaciones oficiales arreglando las colecciones y diseminando a nivel mundial sus conocimientos sobre ellas.
A  pesar que él se oponía al transformismo, a través de sus viajes y las descripciones de los fósiles, Burmeister contribuyó a la acumulación de evidencias a su favor. Su estudio de los caballos fósiles en las pampas, que él publicó en una edición bilingüe germano-español preparada para la Exposición
de Filadelfia de 1876, es un ejemplo de un diálogo sostenido entre  Burmeister y el Darwinismo. Una parte de los fósiles de caballos habían sido colectados por Darwin durante su viaje a bordo de la Beagle y mas tarde Muñiz pudo completar la colección con excavaciones adicionales. Pero fue Burmeister quien trajo orden a esos hallazgos, describiendo la totalidad de los  caballos fósiles que se conocían en aquella época, y comparándolos con los caballos actuales. Sus descripciones ponen en duda ideas arraigadas sobre la fauna nativa del continente americano.
La dirección del Museo fue también procurada por Ameghino y por el Perito Moreno, pero la presencia autoritaria de Burmeister bloqueó a esos científicos de alcanzar ese codiciado puesto.
Sin embargo y gracias a la federalización de la ciudad de Buenos Aires y a la importancia que ganó la ciudad de La Plata, como capital de la Provincia de Buenos Aires, el Museo Público fue nacionalizado y se convirtió en el Museo Nacional de Buenos Aires.
 En el Museo de Ciencias Naturales de La Plata Moreno y Ameghino tomaron las riendas del Museo, en forma conjunta al comienzo. Este nuevo espacio institucional tuvo lugar como consecuencia de la rivalidad existente entre el centralismo de la ciudad de Buenos Aires y las aspiraciones del resto de la provincia, representadas desde 1878 por el Gobernador Carlos Tejedor. Al mismo tiempo la creación del Museo de la Plata representaba un espacio alternativo al de Burmeister.

El final de una era
Burmeister, Ameghino y Moreno representaron en el último cuarto del siglo XIX una era intelectual en la cual se enfrentaban las corrientes antidarwnistas y las evolucionistas, pero los políticos y la clase alta porteña habían abrazado en el ínterin  una corriente mucha mas materialista, donde la escena intelectual había llegado a su fin. Los tres investigadores más famosos de esa época no fueron pragmáticos y sus estudios de fósiles y sobre  indígenas no se acercaban a los intereses económicos de los políticos, que hacia finales del siglo XIX, trataban de guiar a la ciencia hacia la aplicación práctica.
El historiador Juan Carlos Zuretti apunta que el foco de la investigación científica de esa época era la del creciente sector industrial, que estaba siendo alimentado por las 20.000 leguas  de tierras conquistadas a los indios  por la fuerza laboral de los inmigrantes y por la proliferación de las colonias agrícolas. Al mismo tiempo las obras públicas, como la construcción de los ferrocarriles, los proyectos de  salud pública, y el desarrollo de los puertos promovían un interés creciente en los estudios tecnológicos, a expensas de la ciencia pura, particularmente entre 1890 y 1916. En palabras de Zuretti, “la gente valoraba el progreso material, amaba la acumulación de riqueza y  tenia poco amor por los valores de la ciencia pura”.
José Babini se refiere a este momento como “la crisis del progreso científico en los 90´s”. Con esta crisis la investigación marchó al paso del diluvio de la inmigración, y siguió “detrás de un deseo utilitario y material”. No es pura coincidencia que la dolorosa dedicación de Ameghino y de Moreno a una ciencia pura o “no-industrial”, haya sido vista como un modelo de patriotismo, dado que el modelo de ciencia que estos dos científicos trataban de institucionalizar no se basaba en la riqueza, pero si en la creación de una herencia nacional.
Al igual que los artistas que debían vivir en la pobreza y el sufrimiento y estar excluidos de la fama, extrapolando esta condición del arte a la ciencia,  Moreno fue descrito por sus seguidores como alguien que pasó por el vía crucis al vivir en la inhóspita frontera entre los indios, que estaban al acecho, en tanto Ameghino trabajó en la pobreza, sin ningún tipo apoyo oficial.
Paradójicamente, mientras los dos héroes del evolucionismo en Argentina trataban de sobrevivir en la adversidad, sus ideas darwinistas que habían defendido tan ardorosamente habían sido  transformadas por la elite nacional, la cual la aprovechó  para legitimizar sus acciones en la procura del progreso, como “la lucha por la vida” o la “supervivencia del mas apto” y así  alcanzar el progreso del país y el suyo propio.*

*Nota. La mayor parte de estos párrafos son traducción parcial, con leves modificaciones  del Capítulo 2º. de la obra: Darwinism in Argentina (Major texts), Autora: Leila Gómez, Bucknell University Press, UK, 2012

jueves, 22 de noviembre de 2012

El uso de la fotografía en los Anales del Museo Público como herramienta científica



Hugo P. Castello, 2012.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".
Si bien Burmeister privilegió en la mayor parte de sus publicaciones científicas el uso e impresión de litografías realizadas en base a sus dibujos o acuarelas de fósiles o de ballenas, cuando llegó el momento no se resistió al uso de la fotografía a pesar de no estar conforme con los altos costos de los trabajos de fotografía ejecutados en Buenos Aires.
Cuando en 1881 publicó en su álbum Vues pittoresques de la Republique Argentine, las litografías de las acuarelas originales que él había ejecutado junto a las que había  pintado el pintor suizo Adolph Methfessel que había sido su ayudante en el Museo, y otras ejecutadas por el pintor A.Goering y W. Loeillot, durante su viaje de exploración por las provincias de la Confederación Argentina. El albujm fue publicado por CONI en Buenos Aires,e incluyó litografías que uno de ellos preparó en base a fotografías obtenidas por el famoso fotógrafo   francés Germán Lavat.*
Haciendo referencia a la entrega octava de los Anales del Museo, en su correspondencia con el Ministro de Gobierno hace mención el 3/5/1871 por vez primera al uso de láminas fotográficas: “Tengo el honor de remitirle a Ud. la copia de una lámina fotografiada perteneciente a la entrega octava de los Anales del Museo Público. Me he visto obligado a dejar ejecutar está lámina acá en Buenos Aires, lo que aumenta mucho el precio de ella, y por esta razón debo rogar del Sup. Gobierno abonarme los 2.000 pesos m.c., subvención que la Sociedad Paleontológica
tiene de recibir por Decreto fecha 8 de agosto de 1866 anualmente para los gastos de sus publicaciones, solicitando como favor de darme esta suma tan pronto que posible, para pagar el fotógrafo que ha ejecutado la lámina. Dios Guarde  S. Ex”. (AHMACN No. 317).
Desconocemos si Burmeister fue un pionero en este tema, pero es sabido que el famoso fotógrafo Cristiano Junior en 1876, ya radicado en Buenos Aires, había participado en la segunda exposición anual de la Sociedad Científica
Argentina, que por primera vez incluyó una sección de fotografía, tipografía y telegrafía.
Cristiano Junior en ese entonces decidió presentar un conjunto de retratos, vistas y costumbres del país, junto con las fotografías de la enfermedad conocida como elefantiasis, en la cual los pacientes desarrollan piernas hinchadas como la de los elefantes. El jurado, compuesto entre otros por Estanislao Zeballos, le otorgó la medalla de oro, y en agradecimiento Junior donó estas imágenes a la Sociedad Científica.
Bibliografía:
Cuarterolo, A. 2009. Fotografía y teratología en América Latina. Una aproximación a la imagen del monstruo en la retratística de estudio del siglo XIX. http://www.ncsu.edu/acontracorriente/fall_09/articles/Cuarterolo.pdf

*  Labat, German. Photographe. Fotógrafo francés que en 1872 acompañó a Ernesto Rouquaud y su familia para construir un establecimiento industrial en la localidad de “Cañadon de los Misioneros”, en Santa Cruz. Algunas de sus fotografías fueron reproducidas en “El Plata Ilustrado” (1872). Las fotografías de G. Labat son muy buscadas en el mercado argentino. I)nformación suministrada por el Sr. Roberto Ferrari.

Burmeister como entomólogo

Hugo P. Castello, 2012.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara"
Estando en Alemania Burmeister había publicado una de sus obras más famosas, el "Manual de Entomología" en cinco tomos, (Handbuch der Enthomologie, Berlín 1832–1855; 5 Bände) por lo que cuando viajó a América del Sur amplió sus colectas de insectos y descripciones.
Burmeister durante dos años (1852-1854) viajó por el territorio de Brasil y en el período de 1857-1860 recorrió las provincias del centro de la Confederación Argentina. En este tiempo envío especímenes de zoología colectado por él a la Universidad de Halle donde había sido profesor, el material pertenecía a muchos grupos de animales: los insectos, pieles de aves y mamíferos, peces, ranas, serpientes, huevos, caracoles y en 1858 también cuatro piezas del fósil Glyptodon. Pero después de su emigración a la Argentina dejó de enviar material a  la colección zoológica de Halle; el material de zoología que se encuentra en dicha colección data de antes que se convirtiese en el director del Museo Público. No existe en Halle material de Argentina recolectado durante el período 1862-1892, cuando Burmeister ejerció como director del Museo Público.. Esto se debe a que Burmeister era de la opinión que el material recogido en Argentina debía permanecer en el país, en “su museo”.
Burmeister se correspondía con otros colegas de Halle y publicó algunos trabajos aún en Halle, por ejemplo en: Abhandlungen der Gesellschaft zu Halle Naturforschenden. Burmeister trabajó toda su vida sobre insectos. Cuando se fue a la Argentina, su investigación en insectos abarcó las larvas que perforan la madera (Cerambycidae, longicorneos), sobre el comportamiento de avispas y saltamontes, sobre los piojos y chinches. También publicó un estudio sistemático de Cerambycidae y Buprestidae (escarabajo) de los Estados del Plata, sobre los Lamellicornia de Argentina (escarabajos), Chrisomélidos (escarabajos), abejorros, Mutellidae (Hymenoptera), y en 1878 una extensa obra sobre las mariposas argentinas. Naturalmente, también describió todavía nuevas especies y tipos (Texto enviado, ante una consulta, por la Dra. Karla Schneider , Institut fuer Zoologie, der Martin-Luther-Universitaet, Alemania ).


Orugas de lepidópteros diseñados por Burmeister, litógrafo Scmidt, 1842

Mariposas nocturna, sus orugas y plantas, diseñadas por Burmeister, litho por Schmidt, 1842.

Orugas de mariposas, diseñadas por Burmeister, 1842, litho por Schmidt.


Insectos colectados por Burmeister

Burmeister no fue un maestro, en un período en el que no se formaban especialistas en la universidad local.

Hugo P. Castello, 2012.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara"
En sus primeras décadas en Prusia Burmeister publicó muchos de sus trabajos científicos (+40) en revistas alemanas o de la Universidad de Halle. y dictó también cursos de zoologia para los estudiantes de la carrera de medicina, pwro las dificultades de Burmeister para expresarse en idioma español, su fuerte carácter, la falta de tiempo para al docencia debido a sus numerosas obligaciones burocráticas y científicas, y el reducido espacio en el viejo edificio del Museo Público conspiraron para que Burmeister formara discípulos.
Se puede decir que Burmeister no fue un maestro en el sentido estricto, pero su obra de investigador y organizador fue para la Argentina tan importante como la de un jefe de escuela que deja tras de sí un grupo de discípulos que continúan su obra.
Ahí están los Anales del Museo, cuya publicación inició en 1864, con sus descripciones de los mamíferos fósiles de la formación pampeana admirablemente ilustradas por él mismo y con sus trabajos sobre insectos, peces, aves y mamíferos.
En la segunda mitad del silgo XIX la universidad local no formaban especialistas en las ciencias naturales, y aun cuando se hubieran graduado, no habría encontrado empleo en el museo, por falta de un presupuesto acorde a las necesidades.
La mayoría de los que se dedicaron a las ciencias naturales en esa época fueron naturalistas o autodidactas como Francisco Javier Muñiz (Dr. en Medicina) , Auguste Bravard (Ingeniero en Minería), Francisco Pascasio Moreno (perito), o el mismo Florentino Ameghino.
Carlos Berg que era doctor, fue obligado por Burmeitser a renunciar a su puesto en el Museo Público cuando éste aceptó un puesto de Profesor en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
Sin embargo hacia 1875 ya asomaban los primeros naturalistas argentinos: Moreno, Holmberg y los hermanos Ameghino. Con Carlos Berg, graduado en Europa, se formaría mas tarde el futuro Director del Museo, el Dr. Angel Gallardo y bajo su tutela el Prof. Martín Doello Jurado, futuro director.
La carencia de graduados en Zoologia, Botánica y Zoologia en el medio local se hizo sentirt hasta inicios de la décadas de 1930-40.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Idiomas en los que publicó Herann Burmeister durante su estadía en nuestro país


Hugo P. Castello, 2012.  MACN: en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara".

En el tema “publicaciones” cabe decir que Burmeister fue un escritor muy fecundo, claro y preciso; suficiente es decir que cuando realizó su primera investigación en el campo científico, su Tesis Doctoral, tenía sólo 22 años Muchas de sus publicaciones fueron reeditadas y también traducidas a varios idiomas, porque tuvo la capacidad de abarcar en ellas todas las ramas de las Ciencias Naturales.
Si bien algo mas de la mitad de la producción científica de Burmeister tuvo lugar durante el período 1864-1892 cuando estuvo radicado en nuestro país en el cual él fue el editor y director de los Anales del Museo Publico de Buenos Aires, sobre un total de 162 publicaciones de su autoría en ese período, mas de la mitad de ellas fueron publicadas en idioma alemán (52%) y el resto en orden decreciente en español (31%), inglés (13,5%) y francés (3%).
Una parte considerable de sus trabajos sobre paleontología de vertebrados argentinos los publicó en español en los Anales, pero como los mismos no fueron editados en el período de 1874 a 1890, ya que esa tarea le robaba mucho tiempo, aprovechó esos años en publicar en alemán la mayor parte de sus trabajos de entomología, en ingles y en españo e inglés l trabajos idénticos sobre cetáceos.
En sus trabajos sobre insectos publicó  sobre larvas que perforan la madera, los longuicorneos o Cerambícidos, sobre la conducta de las avispas y langostas. Publicó revisiones sistemáticas de los Cerambycidae y de los escarabajos, Buprestidae y en su obra sobre “Viaje por los  Estados del Plata” se ocupó de los coleópteros argentinos Lamellicornia, Chrysomelidae, de los abejorros, Mutellidae (Hymenoptera) y en 1878 un trabajo sobre mariposas de Argentina. También describió numerosas especies de insectos...
En tanto el Dr. Carlos Berg, el científico ruso que le siguió en el puesto (1892-1902), publicó en alemán sus primeros trabajos científicos, el resto de su producción científica fue en español, actitud luego adoptada por Florentino Ameghino en el período siguiente a cargo de la dirección del Museo (1902-1911), quien también había publicado varios textos en francés.

Una semblanza de Burmeister en una conferencia pronunciada en el Museo por Don Aníbal Cardoso (2/5/1942)..

Transcripto del AHMACN por:  Hugo P. Castello, MACN:  en comisión en la Fundación de Historia Natural "Félix de Azara". 2012.


Conferencia brindada por el especialista en numismática, Don Anibal Cardoso, en el Museo el 2 de mayo de 1942.


Señoras y Señores
He sido designado para dirigir la palabra en este acto, por ser el único que, dentro de este Museo, ha conocido y tratado al Dr. Germán Burmeister.- Mi amigo y compañero, don Pedro Serié, compartió conmigo ese honor, pero, desgraciadamente la cruel enfermedad que lo tiene postrado le impide concurrir a este acto, para recordar al sabio organizador de nuestro primer Museo Público, a cuyas órdenes estudiábamos o trabajábamos.- Voy a empezar estos recuerdos desde el año 1878, aunque yo lo había visitado en 1874, siendo yo muy niño.
Nuestro primer Museo Público-como se lo llamaba en aquel entonces- era hace setenta años, mas bien una exposición de antigüedades de todo género, que un museo de ciencias naturales, pues allí iba a parar por donación todo aquello que llamaba la atención del donante, quizás juzgaba, según su entender, que esa curiosidad o fenómeno,- como en ese tiempo se le llamaba- era digno de figurar allí expuesto al público.
De la época de Rivadavia se conservaban varios objetos coloniales del antiguo Fuerte y otros edificios de ese tiempo; una serie de cuadros de la Conquista de México, pintados sobre madera y con incrustaciones de nácar, una momia egipcia, en un cajón de madera de forma antropomorfa, cubierto de escritura jeroglífica, detallando la historia de la reina o princesa allí encerrada; unos cuantos objetos de piedra, bronce y alfarería griega, etrusca, romana y egipcia; un armarito de nogal tallado, conteniendo la colección de monedas griegas y romanas que perteneció al R. P. Casone, Guardián del Gabinete Numismático del Vaticano, comprada en 1823, en París a M. Duresne de Saint-León, a la que se agregó el Sr. Rivadavia, como donación, diez cuadros de caoba con doble vidrio, que contienen dos colecciones de grandes medallas representando hombres célebres, sabios y guerreros ilustres.
Rivadavia, fue no sólo el fundador del museo, sino también, el fundador de la Sección Numismática del mismo, pues adquirió otras colecciones valiosas, con las que se formó la base de ese ramo de la Ciencia en nuestro país.
De la época de Rosas, figuraban en muy modestas vitrinas, cuchillos y divisas rojas de los hombres de la mazorca, la famosa “máquina infernal” destinada a matar al tirano; las boleadoras con que se trabó el caballo del General Paz, cuando fue hecho prisionero y muchas otras cosas de aquel tiempo.
Desde aquella época empezaron a remitirse al Museo, piezas de historia natural, consideradas importantes, raras o “fenómeno” por sus donantes. Piedras de formas caprichosas, maderas petrificadas y minerales, luego peludos, mulitas, lagartos y víboras y alguno que otro cuadrúpedo o ave embalsamados, como llamaban antiguamente a cualquier vertebrado relleno de paja, aserrín, lana o algodón, tan mal preparados, que su aspecto, por demás interesante, era capaz de curar el hipo a cualquier observador, especialmente si era naturalista. Y en esto no hay calumnia ni mala voluntad, pues recuerdo bien a un puma tan gordo como un carnero “Lincoln”, y un gran pingüino de los llamados “manco” o “pájaro niño”, al que le habían introducido brutalmente en el cuero fresco, un palo de escoba para rellenarle el largo pescuezo hasta darle la altura de cerca de un metro, lo que le permitía exhibirse muy orondo en su vidriera como el tambor mayor de toda la familia acuática que le acompañaba.
La sección de teratología presentaba ejemplares notables, por que eran de los feo… lo mejor: Corderos con dos cabezas, otros con seis u ocho patas; terneros con iguales o mas defectos; pollitos con dos picos y cuatro ojos; gatos y potrillos muy extravagantes- había uno de ellos que tenía el hueso nasal excesivamente largo hasta formar una nariz respetable. Creo que la exhibición de esa vitrina fue la causa de que, en aquella época, nacieran muchos muchachos con una representación muy distinguida.
Todas estas cosas y muchísimas otras, fueron reunidas y amontonadas con poco orden en vitrinas sencillas por los antiguos directores del museo, hasta que ocupó ese puesto Don Manuel Ricardo Trelles, quien lo organizó algo mejor. Ese era el Museo que yo conocí en 1878, pero conocí algo más importante: conocí al Dr. Burmeister
Yo visitaba a esa Institución- ya en camino de prosperidad- para aumentar mis conocimientos en Ciencias Naturales, especialmente en lo referente a nuestro país...Y allí, en las salas de zoología, pasaba las horas con la nariz pegada a las oscuras vitrinas tomando apuntes. Esto pareció sospechoso a un guardián que me espiaba hacía tiempo y que se aproximó un día que me hallaba en la sala de ornitología para preguntarme para que tomaba esos apuntes. Le contesté que estudiaba la fauna del país. Sin decir palabra se dio vuelta y fue hablar con un señor anciano, alto y embutido en un largo levitón que estaba de pie en la puerta que comunicaba con la otra sala y, por los movimientos que hacía mi “inquisidor” al hablar comprendí que daba cuenta de su investigación. El viejo lo escuchaba sin hacer el menor gesto y luego, sin más espera, se vino derecho a mi y con labios sonrientes me dijo mientras me palmaba suavemente mi hombro: “Estudia muchacho. Estudia que esto es bono ¡y se alejó por entre las vitrinas centrales seguido por el otro. Cuando pasaron de regreso no pude resistir mi curiosidad y tiré del saco a mi “inquisidor” preguntándole quien era aquel señor anciano. Me miró sorprendido y dijo: “Pero…. Si es el Doctor Burmeister”…. Y siguió su camino con un gesto que parecía decir” mire Ud. que no conocer al señor Director”.
Al día siguiente pregunté a mi inquisidor que cargo desempeñaba allí. Se enderezó con arrogancia y contestó: “Yo soy Moetzer, el naturalista cazador”, y acompañó sus palabras con un gesto de recomendación agregando: “Parece que Ud. no conoce a nadie aquí”. “Pues bien: después de nosotros, el Sr. Director y yo, hay el secretario y el portero González. Es todo el personal; pero si hay mucho trabajo, se llama al Sr. Montquillot o algún otro, pero lo principal “lo hacemos” el Sr. Director y yo.” Por supuesto que decía todo esto “sotto voce” y mirando a todos lados, pues si llegaba a saberlo Burmeister….
Así conocí aquel sabio que al principio se mantuvo alejado y huraño, hasta que, mas tarde se dulcificó y al pasar, sonreía haciendo una mueca extraña. Mas tarde, viéndome tan estudioso, se aproximó a preguntarme que pensaba estudiar “Medicina y Ciencias Naturales” le contesté. Esto le encantó y se hizo más comunicativo y más afable. El estudio era para Burmeister más que una necesidad, era un placer, un imán que lo atraía. Algunas veces lo vi. en su estudio, escribiendo rápidamente sin levantar la cabeza. Otras lo vi. absorto, mirando sin ver, los anteojos alzados sobre la frente y la mano izquierda revolviendo el cabello, buscaba la solución de un problema y trataba de refrescar la mollera. De pronto soltaba un gruñido y escribía rápidamente el resultado de su meditación! Eureka! El nudo estaba deshecho; la incógnita resuelta. y Burmeister se levantaba transfigurado, la mirada chispeante, la sonrisa en los labios; y ágil, como si tuviera cincuenta años menos, empezaba a pasearse por su pequeña salita, para desentumecer las articulaciones de sus huesos viejos y despegar el cerebro de la carga de ideas contrarias a lo que acababa de descubrir.
………………………
 

Don Anibal Cardoso, quien llegó a conocer personalmente a Burmeister.
(Foto Tarjeta postal del Estudio F. Bixio & Cia. (B. de Irigoyen 185) (AHMACN, sin No.)


El Dr. Burmeister nació en Stralsund (Pomerania) el 15 de enero de 1807.Educado en la férrea disciplina de una Universidad prusiana, adquirió allí, junto con sus grandes conocimientos, un temple de hierro y, cuando salió con su diploma de doctor en ciencias era una mitad sabio y la otra mitad granadero de la escuela de Federico el Grande. Recorrió la América del Sur en los años 1857 a 1860, en que se embarcó para Europa. Volvió aquí a fines de 1861 y fue nombrado Director del museo, en Febrero de 1862.
Cuando conocí al Dr. Burmeister en 1878, yo tenía 16 años y el 71. Era un hombre alto y delgado-Al recordarlo, me parece verlo-Vestía un prolijo aseo de levitón largo y pantalón ajustado. Su cara ya arrugada, ostentaba un bigote mediano sin recortar y su cabello algo ondulado, estaba siempre peinado cuidadosamente, y solo cuando estudiaba algo muy difícil y se rascaba la cabeza, o atrapaba alguna rabieta, perdía sus líneas impecables.
El Dr. Burmeister era un gran sabio y un gran caballero y hubiera sido una gran figura social, si su carácter intransigente, su modalidad despreocupada y su indiferencia por la exagerada etiqueta de la gente amanerada, no se lo hubiera impedido. Burmeister era esclavo de la ciencia y admirador del talento, en cualquier cerebro que hallara. Habría pagado diez onzas de oro por una cabeza completa de caballo fósil, y no hubiera dado un real por diez figurones de sociedad sin ciencia ni talento. Yo presencié en el museo algunas discusiones entre Burmeister y varios de esos hombres de dinero, que, por tenerlo en abundancia, creían poseer conocimientos suficientes para hacer objeciones y discutir cualquier cosa. Burmeister entonces se transfiguraba; la mirada brillante, el cuerpo erguido, explicaba el asunto, demostraba la verdad del caso y presentaba pruebas que evitaban toda discusión, pero, si el otro hacía una observación o un gesto de duda se exasperaba, alzaba la voz, y gesticulaba briosamente; y cuando el otro muy poco convencido se despedía y alejaba enfuruñado murmurando “ No se puede discutir con este viejo loco”, Burmeister que había quedado dueño del campo, lo miraba alejarse, primero con rabia y luego con lástima, después se encogía de hombros y decía bien alto en su media lengua criolla, sin importarle que el otro lo oyera:” ¡!Este es un iñorante e un buro!!”.Es que, había en aquella época en Buenos Aires, mucha gente que no se había preocupado en estudiar ciencias y, justamente los mas viejos que debían ser los demás conocimientos, eran los mas atrasados, siendo las mujeres ocupadas en asuntos caseros, la religión, recibir y devolver visitas, las que sobresalían en ignorancia- salvo, como debe suponerse, algunas excepciones-
Citaré un ejemplo. Un día llegaron al museo dos señoras cincuentonas acompañadas por media docena de señoritas a visitar las colecciones. El Dr. Burmeister las guiaba y atendía solícitamente con su mayor finura. Cuando llegaron al grupo de grandes cuadrúpedos, una de ellas que hacía de capitana se detuvo de pronto y dijo “ Dr. Me han dicho una cosa que yo lo tomo como broma y quisiera que Ud., me sacara de dudas”.
“¿Que cosa señora?“ “Me han asegurado… pero creo que es un chiste-que la vacuna contra la viruela se saca de las vacas”…. .Burmeister la miró sorprendido en la duda de que aquello fuera ignorancia o le hacían un chiste a él. Revolvió los ojos haciendo una mueca indefinible, pero rápidamente se repuso; una ocurrencia burlona de las pocas que le conocí se le vino a los labios, y contestó inclinándose cortésmente y con su tono mas amable:- “No señora no se saca de las vacas sino de las mamas de las terneras!”un revuelo entre las damas, seguido de un murmullo de asombro. Las muchachas se miraron y enrojecieron hasta las orejas creyéndose aludidas, suponiendo, tal vez que las “mamas” se referían sus mamas, pues en esa época era muy frente suprimir el acento de ese vocablo y llamar “mama” (sin acento) a la madre. La capitana, por su parte, no perdió el tiempo, con una leve reverencia y un seco “Para servir a Ud.” enfiló hacia la puerta muy erguida y pisando sus talones, seguida de la compañía,
Burmeister pareció darse cuenta que no había habido chiste ni burla, pero, resuelto a no parecer culpable, se encogió de hombros, las miró alejarse con tristeza y murmuró; “Que lástima: cuanta iñorancia”. Para él la respuesta era científica; si ellas la tomaran con malicia… allá ellas! A él le importaba un comino.




Caricatura de Burmeister junto a sus fósiles,  lo muestra relativamente joven.
en el cajón se puede leer: Fossiles (sic) al director del Museo. Autor desconocido, (AHMACN sin no.)

Para algunos estas cosas parecían una brutalidad o, por lo menos una grosería; pero si tiene en cuenta que hay preguntas tan ambiguas que parecen “tomadas de pelo”; si se piensa que a un hombre de estudio, por el hecho de estar al frente de un instituto público se le puede molestar con preguntas estúpidas, y esto se repite con frecuencia; justo es admitir una reacción violenta si el preguntón era un porfiado pretencioso: moderada pero fría si se trataba de un hombre o una mujer que lo hacía inocentemente por el deseo de saber lo que ignoraba.
Ya en aquel tiempo se acostumbraba en este Museo informar al público gratuitamente cualquier informe que se solicitaba, pues Burmeister tenía en cuenta la escasez de libros al alcance de todos. Las enciclopedias y los grandes diccionarios, como las grandes bibliotecas públicas eran escasas, y esto se subsana con un informe verbal, conciso pero claro que debía bastar al solicitante; mas si éste pretendía saber mejor el asunto, la tormenta estallaba.
Esa facilidad en obtener informes gratuitamente, causaban al maestro mas de una contrariedad, pues no faltaban los verdaderos ignorantes, los que nos sabían leer ni escribir, que consultaban sobre “aparecidos”, Brujas, mal de ojo, daño, etc.
Burmeister contestaba que esas eran supersticiones muy antiguas. Y que también las tenían los aldeanos “iñorantes” en Europa. El preguntón acataba en silencio la opinión del sabio maestro y se retiraba satisfecho; pero alguno mas desconfiado meneaba la cabeza con aire de duda o decía: “mire que yo he visto, mire que yo sé….” Burmeister daba un bufido y escupía una docena de palabras, mitad en alemán y el resto en “castilliano” que no admitía réplica. Después se ponía a trabajar briosamente para olvidar el asunto.
Burmeister era un hombre de hierro y tenía un corazón de oro. fuerte con los soberbios, era bueno y hasta dulce con las personas sencillas, perdonándoles su falta de instrucción, pero no perdonaba la ignorancia presuntuosa. Había en él, a veces, algo de infantil recordando que también había sido niño. Un día fue al Museo una señora de aspecto muy pobre acompañada de dos hijitos: una niña de siete años y un niño algo mayor. La niñita se extasiaba mirando los pajaritos de las vitrinas y no podía contener sus exclamaciones de asombro y alegría. La madre la contenía para que no saltara y gritara, diciéndole que allí se debía guardar silencio. Burmeister hacia largo rato que observaba aquel cuadro desde lejos. De pronto se adelantó al grupo y preguntó a la niña que pajarito le gustaba mas.-“Este señor y aquel… y este otro!” “Teufel” (diablo) exclamó riendo el sabio-“Por lo visto ¿te gustan todos?” “los lindos si, Señor”, contestó la niñita. Burmeister llamó al infalible Moetzer y le habló en alemán; y pocos momentos después volvió éste con una caja de cartón de donde el sabio sacó triunfalmente un lindo pajarito que entregó cariñosamente a la niñita, y luego un cobayo overo (taxidermizado) que dio al niño, quienes lo recibieron con alegría como si fueran joyas. Eran piezas con algunos defectos de preparación que se retiraban de las vitrinas para repartir a las escuelas.
Así era Burmeister con los pobres cuando eran limpios, educados y respetuosos; el sucio el guarango y el atrevido no eran acogidos con amor. El viejo sabio admiraba el talento y despreciaba la ignorancia. Se trataba con lo mas granado de nuestra sociedad; Mitre, Avellaneda, Sarmiento, López Lamas Trelles y cien mas eran sus amigos predilectos.
He visto a Burmeister discutir empeñadamente, pero sin violencia, con hombres inteligentes, sin una frase hiriente ni grosera.
Lo he visto reír a carcajadas, cuando se reunía con personas de su relación y conversaban de distintos temas, pues en todos era maestro; pero cuando se presentaba un "buro iñorante" con la albarda cargada de necedades, entonces cambiaba el hombre y también la escena. Este era Conrado Germán Burmeister, en su vida científica y social. Pasemos ahora a sus trabajos.
…………………………..
Burmeister se hizo cargo de la dirección del Museo en Febrero de 1862. Su primera tarea- y no pequeña- fue transformar aquel museo de curiosidades heterogéneas en una institución científica. Para esto trató de organizar con los pocos medios, en personal y dinero, de que podía disponía, los tesoros entregados a su custodia; y ellos fueron cuidados con esmero por aquel sabio excepcional, para cumplir con el deber de dirigir un museo tan raro y de escaso valor que se había confiado a su saber y honradez. En vitrinas que parecían estanterías de almacén, fueron guardados en orden los objetos que componían las colecciones. Se armaron grandes esqueletos de fósiles que se colocaron en vitrinas centrales en las largas salas: (antiguos claustros de la iglesia y Colegio San Ignacio) y se activó la preparación de animales de toda clase, para iniciar la formación de un museo de Historia Natural como él lo deseaba.
Mientras se efectuaba esta larga y penosa tarea, Burmeister se ocupó, personalmente, en reunir libros para formar una buena biblioteca científica de Ciencias Naturales, Geografía, Historia, viajes, etc. Para esto recurrió a las Oficinas del Gobierno y bibliotecas particulares de todos aquellos hombres amantes al estudio que quisieran donar libros. Con el dinero destinado a adquisiciones hizo comprar en Europa de grandes obras, poniendo su empeño personal y relación con libreros de Alemania, para adquirir a precio bajo, obras importantes que hoy son reliquia y están agotadas sus ediciones. Mediante este esfuerzo, formó una biblioteca científica, que es la mejor en su clase de Sur América.
Como he dicho antes, el personal del Museo se componía de Burmeister, el Secretario Péndola, el cazador Moetzer y el portero Gonzalez. Cuando había que armar esqueletos o preparar piezas para exhibición y el trabajo era mucho se recurría a algún preparador de afuera.
A pesar del mucho trabajo que tenía, Burmeister empleaba horas del día y de la noche para atender su larga correspondencia científica con naturalistas extranjeros y particularmente en nuestro país. Esas largas horas de estudio nos dejaron una brillante muestra en sus tres grandes tomos de “Anales del Museo”, escritos con excelentes descripciones de fósiles y especies vivas de nuestra fauna, agregándosele magníficas láminas dibujadas prolijamente por él mismo.
Ya he dicho que Burmeister era un hombre activo y laborioso. La falta de operarios de otra clase y de recursos para pagarlos obligaba al viejo sabio a suplirlos y hacer el oficio de carpintero, pintor, tapicero, y hasta albañil. Un día lo encontré revocando con yeso unos agujeros en la pared de su despacho y como me llamara la atención su trabajo me dijo muy satisfecho: “Así hacemos en Germania para taponar agujeros en muros interiores, donde no hay humedad. Yo aquí tengo yeso para copiar huesos, pero no tengo “areniglia” de albañil.
Yo había visto muchas veces hacer ese trabajo y como cosa de muchacho había metido la cuchara y aprendido algo. Quise ayudar al viejo maestro. Burmeister miró mi trabajo de reojo y cuando vio que lo hacía bien exclamó muy contento: “!!Bravo muchacho me gusta que sepas trabajar de todo, por que el hombre debe saber hacer todo y no andar paseando con guantes y “farita” como tantos potarates ¡(1)”
Todos esos trabajos manuales no acobardaban a Burmeister, pero fueron su pérdida, el 18 de febrero de 1892 a los treinta años de ocupar la Dirección del museo quiso componer un armario muy alto y subió a una escalera y como esta vacilaba, tuvo miedo de caer (tenía 85 años), se apoyó en una ventana próxima, esta se abrió de golpe, chocó contra la escalera y derribo a Burmeister contra el armario rompiendo el cristal que le abrió la arteria frontal (femoral?), produciéndole una gran hemorragia que, a su edad le ocasionó la muerte el 2 de mayo de 1892. Antes de morir quiso dejar algo a nuestro país y a ese museo al que tanto amaba: nos dejó como sucesor en la Dirección al Dr.Carlos Berg, sabio maestro al que recuerdo también con igual cariño y respeto.

Mayo 2 de 1942. Anibal Cardoso,
Jefe de la Sección Numismática del Museo Argentino de Ciencias Naturales.


Nota
(1) por “botarate”: Hombre alborotado y de poco juicio.

martes, 20 de noviembre de 2012

El caballo fósil según los estudios de Burmeister

2012.  Hugo P. Castello, MACN en comisión en la Fundación de Historia Natural "Felix de Azara".

El origen del caballo en América del Norte
Los Equidos se han originado en América del Norte en el Eoceno, donde tuvieron una extraordinaria radiación adaptativa, y penetraron en América del Sur tardíamente, diversificándose durante el Pleistoceno.
Joseph Leidy en 1848 en su estudio “On the fossil horses of America” (Sobre los caballos fósiles de América) concluyó que habían existido dos especies de caballos fósiles: el Equus curvidens y otra especie nueva que el llamó  Equus americanus, al cual una década mas tarde denominaría, Equus complicatus.
Casi simultáneamente en los EE.UU. el brillante zoólogo Thomas Henry Huxley (1825-1895) estableció y popularizó la secuencia de las especies que se creía que habían evolucionado hasta llegar al caballo, desde el Hyracotherium (popularmente llamado el Eohippus) hasta el caballo moderno Equus.
Huxley, que como zoólogo se habría de convertir el vocero mas popular de la ciencia en el siglo XIX y en el divulgador mas activo del Darwinismo, a raíz de haber recogido una colección de fósiles de caballos en las colinas de Nebrasca, se había convencido que el caballo moderno había tenido un ancestro americano y llegó al extremo tal de fantasear, que el Eohomo había llegado a cabalgar en el Eohippus
                        
Supuesta evolución lineal del caballo primitivo al actual
El registro fósil de Equidae es uno de los ejemplos clásicos en los estudios de biología evolutiva (Matthew, 1926) y como expresara Simpson (1951), de todas las historias evolutivas ninguna es tan fascinante y tan ampliamente conocida. Esto se debe, en gran medida, a que su registro fósil es abundante y completo, permitiendo entender los mecanismos evolutivos...

El caballo en América y su desaparición en la totalidad de un continente 
Los primeros representantes de este grupo arribaron a América del Sur como parte de un evento biótico continental denominado el “Gran Intercambio Biótico Americano” (Webb, 1991). Este fenómeno permitió la dispersión de este grupo hacia el sur y su desarrollo subsiguiente hasta los tiempos finales del Pleistoceno y el inicio del Holoceno (Alberdi y Prado, 2004).
Los caballos fósiles mas recientes se extinguieron en el Nuevo Mundo al final del Pleistoceno, hace aproximadamente entre 12.000 y 10.000 años atrás, posiblemente a raíz de los efectos del cambio del clima, que se tradujo en último máximo frío Glacial, que además trajo consigo la gran extinción de la megafauna en el hemisferio sur. 
No está probado que la explotación de los humanos haya sido la causa de su extinción en torno a los 10.000 años AP en el hemisferio sur. aunque algunos autores afirmen lo contrario

Restos fósiles de caballo fósil y de Megatherium hallados junto con restos de hombres primitivos de nuestras llanuras (Politis, 1989)

América del Sur
Lo cierto es que cuando llegaron los españoles los caballos estaban ausentes, el primero en introducirlos fue Cristóbal Colón durante su 2º. viaje, quien trajo  los caballos domésticos ibéricos desde Europa en 1493 en Santo Domingo y luego en Jamaica., en Cuba y (Hernán Cortés México (1519), Venezuela (1520). Perú y Ecuador (1531), Chile (1535) y en Buenos Aires (1535 por Pedro de Mendoza), Florida (1538), California (1597) Algunos de los que se escaparon formaron manadas salvajes.

El caballo en Europa y Asia
En Europa y Asia, a pesar que los caballos habían desaparecido, la especie alcanzó a sobrevivir en una versión domesticada.

La evolución de los caballos
Hasta el momento un gran número de especies fósiles de caballo han sido descriptas y la progresión del Hyracotherium al  Equus  se ha descubierto que es más compleja y con muchas ramas evolutivas, de lo que inicialmente se suponía. La progresión recta y directa del anterior al último ha sido reemplazada por un modelo mas elaborado con muchas ramas en distintas direcciones, de las cuales el caballo moderno es una de varias.
Fue George Gaylord Simpson, quien en 1951 reconoció que el caballo moderno no era el gol de la evolución de los équidos, sino que era simplemente el único de los linajes que había sobrevivido.


Escrito en la piedra (Written in Stone) por Brian Switek
También se ha descubierto en base a la distribución que la progresión entre especies de caballos fósiles no fue suave y consistente como se creía en un principio. A pesar que la transición de Dinohippus a Equus, fue realmente una progresión gradual, un número de otras fueron abruptas y repentinas, en los tiempos geológicos y que tuvieron lugar a la lo largo de millones de años.

Burmeister y los registros previos de caballos fósiles
El conocimiento científico sobre caballos fósiles en América del Sur hasta ese momento era fragmentario y estaba basado casi siempre en molares fósiles hallados aislados en distintas regiones de Argentina, Chile, Bolivia y Brasil.
El primer resto de un caballo fósil había sido descubierto en una cantera de Monmartre, Paris en la década de 1820, el cual fue luego identificado por Cuvier como un equino relacionado con el tapir.
En Argentina, durante la expedición de la “Beagle”, Darwin se sorprendió al hallar en Bahía Blanca (10/10/1833) un diente de caballo fósil mezclado con restos de un gliptodonte, un toxodonte y una mastodonte, todos ellos en la misma matriz, y se preguntaba si había sido lavado y acarreado por la lluvia desde un estrato mas antiguo, llegando a la conclusión que no era probable. Al retornar la expedición a Inglaterra, el científico británico Richard Owen en 1839 confirmó que el diente curvo era de una especie extinta, a la que denominó Equus curvidens.

Diente curvo del Equus curvidens de Owen en base al molar fósil hallado por Darwin en Bahía Blanca.

A su vez en Brasil, Lund había descubierto un metacarpo IIIo. derecho de un caballo fósil, en 1840 de lo que resultó otra especie  a la que denominó Equus neogaeus (posteriormente Hippidium neogaeum). En tanto en Bolivia, Weddell (1845) halló restos de otro caballo fósil en depósitos cercanos a Tarija y los describió como Equus macrognatus. 
Nuevamente Lund en 1845 describe el Hippidium principale en base a un molar superior derecho hallado en una cueva de Lagoa Santa, Diamantina, Minas Gerais, Brasil
Un poco mas tarde Gay en Chile hallaba un diente fósil de caballo (1848) y lo  denominaba Equus americanus.
El Equus andium, Branco, 1883 fue descripto sobre la base de una mandíbula, hoy en día extraviada, procedente de la región andina (especialmente Ecuador).

Los caballos fósiles de la Pampa Argentina
Al llegar al Plata Burmeister comprendió rápidamente la importancia que como medio de transporte tenía el caballo en la vida cotidiana del gaucho, de los soldados y de la propia elite porteña e incluso de los indígenas. 
El poder demostrarle a los argentinos que el caballo que en el siglo XIX usaban en forma cotidiana había existido y extinguido en las pampas, miles de años atrás, tiene que haber causado sensación entre los que tuvieron acceso a su obra, y de ahí que la misma, por decisión de las autoridades del gobierno, fuera financiada para su impresión por el gobierno, y presentada en la Exposición Internacional de Filadelfia en 1876. 

El caballo fósil excavado por Muñiz en Luján
Antes que Burmeister se hiciese cargo de la dirección del Museo Público, ya existían en su colección fósiles de vertebrados y de un caballo excavado por Javier Muñiz.
La primera colección había sido colectada y clasificada por Auguste Bravard e ingresada a la colección bajo el nombre de Catálogo de los huesos fósiles de Débruge*, presentados al Museo por Mr. Augusto Bravard el año 1856” (ver: Primeros inventarios de fósiles de la colección del Museo Público de Buenos Aires en 1854-1864).
El ejemplar que atrajo el interés de Burmeister fue un caballo fósil excavado en 1842 cerca de la villa de Luján, junto con los restos de un Megaterio  hallado por el Dr. Francisco Muñiz y que se hallaba en la colección del Museo, cuando Burmeister se hizo cargo en 1862.
Al tratar Muñiz de extraer ambos esqueletos sin la asistencia de ayudantes, ambos cráneos se rompieron y sólo se conservaron en forma completa, por ser  huesos mas fuertes, las extremidades.
El Dr. Muñiz durante  una reunión en el Museo le mostró a Burmeister un hueso delgado de 23 centímetros
de largo, por sólo 2 centímetros de ancho al extremo superior y con un centímetro al extremo inferior, que éI  señaló como una porción del hueso de la nariz.
Al comparar el hueso fósil con los nasales del caballo moderno, Burmeister dudó de la exactitud de la información brindada por Muñiz, y al describir los restos del caballo fósil de Muñiz, evitó mencionar esa diferencia.
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Caballo fósil según Burmeister (Anales del Museo Público de Buenos Aires, tomo I, plate XII)
Con posterioridad Burmeister llegó a la conclusión que estaba equivocado y que Muñiz tenia razón, por lo que menciona que el caballo fósil tuvo un hueso nasal con punta libre sobresaliente, no solamente de 23 cms., sino de 28 cms., con 2,5 cms. de ancho en su base y que luego se expandía hasta alcanzar los 10 cms. de ancho,  para unirse al mandibular superior y al intermaxilar de la frente al igual que en el caballo moderno.
Por último en base  a diferencias halladas en las extremidades y los molares  reconoce la existencia, en aquel momento de dos especies fósiles: el Equus curvidens. Owen.y Equus neogaeus. Lund.

La obra: “Los caballos fósiles de la Pampa Argentina, por el Dr. German Burmeister, Director del Museo Público de Buenos Aires
La obra se denominó “Los caballos fósiles de la Pampa Argentina, por el Dr. German Burmeister, Director del Museo Público de Buenos Aires” (2) y consistió en un hermoso volumen, que fue la continuación de la monografía del autor sobre los caballos fósiles de la llanura Pampeana de Argentina, de las cuales la primera parte se había publicado en Buenos Aires, primero en alemán (3) y luego en español (4) (1875-1876). 
Para contribuir a la edición de la obra el Superior Gobierno de la provincia contribuyó con la suma de 12.500 p.m.c. para la impresión de las láminas del caballo fósil cuyos restos fósiles habían sido comprados a los Hermanos Bretón de origen francés radicados en nuestro territorio  (1).
A respecto Sarmiento comenta este hecho del siguiente modo:
“El Dr. Burmeister para hacer figurar dignamente el Museo Paleontolójico (sic) de Buenos Aires en la Exposición Universal de Filadelfia, obtuvo del Gobierno provincial, imprimir una monografía suya de Los caballos fósiles de la República Arjentina, ilustrada con ocho láminas, en gran fólio, en castellano y alemán, siendo el estudio mas completo que se hubiese hasta entonces hecho sobre el caballo fósil de América, á que referimos al lector curioso.”
La ejecución de las ocho láminas, muchas de ellas diseñadas por Burmeister y, hasta ese momento, no publicadas, no dejan nada que desear, ya que en cada una de ellas se puede apreciar las características esenciales de cada especie. 
El autor, sin embargo, no se hizo justicia al elegir el título de la obra, ya que ya que, además de la descripción de los restos fósiles de los caballos de la región pampeana, también describió e ilustró la osteología del Megatherium,Mastodon,y Macrauchenia, por lo que un mejor título para este libro hubiera sido "Los caballos y otros mamíferos fósiles de los yacimientos pampeanos". Todos los ejemplares que constituyen el objeto de esta monografía, estaban, como sabemos por la introducción, conservados en el Museo Nacional de Buenos Aires, y por lo que se puede juzgar por la descripción y las figuras, esa colección de mamíferos fósiles debe haber sido igual en excelencia a la integridad de sus ejemplares.

Las especies de caballos fósiles descriptas por Burmeister
En base a la escasa información que existía en aquellos años Burmeister trató de poner orden al tema de las especies fósiles de caballos, la mayoría de los cuales estaba descripto en base a molares o restos muy reducidos.
Según ese autor,consideraba que  los Equiidae diferían de todos los demás ungulados de las Pampas en que tienen los premolares mas alargados que los verdaderos molares.
Burmeister ubicó a las especies de caballos fósiles conocidas en el género Hippidium, que se distingue del moderno Equus por tener las coronas de los dientes mas cortas y mas curvadas y de estructura mas simple.
La forma de las aperturas nasales también difieren de la de los caballos actuales, las patas son mas cortas y sus huesos mas gruesos.
En lo que respecta a sus dientes, Hippidium tiene dientes que se acercan a los de Hipparion, pero el pliegue anterior de los dientes de la mandíbula está conectado con la cresta anterior, lo que no es el caso con el último de los géneros. 
Burmeister describió los restos de E. curvidens, E. argentinus, y E. andium, al igual que una nueva especie de Hippidium de Tarija, Bolivia.

Hippidium neogaeum
Durante el año 1873 los hermanos Bretón, autorizados por el gobierno provincial a excavar fósiles a pedido de Burmeister, exhumaron de las orillas del Río Luján, cerca del pueblo del mismo nombre, el esqueleto de un caballo fósil articulado, reconociéndose fácilmente que el animal se había metido en un pantano de donde no pudo salir, encontrando en él la muerte.
El barro de ese pantano forma hoy parte de las arcillas verdosas del pampeano lacustre que constituyen el «piso lujanense » que representa la parte más superior de la formación pampeana. 
Este esqueleto fue descripto por Burmeister en 1875 con el nombre de Hippidium neogaeum, suponiendo que la especie era idéntica al Equus neogaeus fundada por Lund sobre una muela aislada, procedente de los depósitos fosilíferos de las cavernas de Lagoa Santa, en el Brasil, pero esta identificación parece injustificada. 
Según Carlos Ameghino, que en los últimos años de su vida se ocupó del estudio de los caballos fósiles de Sud-América, las muelas descriptas por Lund, con los nombres de Equus neogaeus y Equus principalis pertenecen con seguridad a una misma especie; la diferencia de tamaño depende de la posición o el número de orden de las muelas, siendo la que ha servido de tipo para la fundación del E. neogaeus la última superior persistente (m 7), y la que sirvió de tipo para la fundación del E. principalis la última de reemplazo (m 4), que es siempre de mayor tamaño que las tres pre-existentes que le siguen. 
Según este autor resulta también que la última muela superior que sirvió de tipo para la fundación del E. neogaeus es muy distinta de la última muela superior del caballo fósil de la Pampa Argentina descripta por Burmeister bajo el nombre de Hippidiuin neogaeum, identificando erróneamente la especie con la de Lund. Luego, el esqueleto en cuestión pertenece a una especie diferente, á la que dio el nuevo nombre de Hippidion honaerensis, en tanto  la especie descripta por Burmeister como Hippidium principale Lund, tendrá que tomar el nombre de Hippidion arcidens Ow.

La sistemática y distribución geográfica de los caballos fósiles.
La sistemática de este grupo de especies extintas se ha simplificado bastante y muchas denominaciones han sido pasadas a la sinonimia. Según Alberdi y Prado (2004) los registros más recientes para América del Sur provienen de sitios arqueológicos asociados con la transición Pleistoceno-Holoceno. 
Ellos registran la existencia de dos géneros: Hippidion y Equus. Los hallazgos más antiguos de Hippidion proceden de la localidad de Uquia en el noroeste de Argentina (Plioceno superior), mientras que los primeros Equus se registran en Tarija, Bolivia (Pleistoceno medio). Hippidion está representado por tres especies: H. principale, H. devillei e H.saldiasi. Con registros en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Perú. El registro más austral de este género corresponde a H. saldiasi, que es una especie restringida a la zona más austral de la Patagonia. Los caballos "sensu estricto" están representados por el subgénero Equis (Amerhippus) con cinco especies repartidas en América del Sur: E. (A.) andium, E. (A.) insulatus, E. (A.) neogeus, E. (A.) santaeelenae y E. (A.) lasallei. La distribución más austral del subgénero corresponde al sur de la provincia de Buenos Aires, Argentina.

Bibliografía
Alberdi, M. T y J .L. Prado, 2004. Los équidos fósiles de América del Sur. Zona Arqueológica, vol. 2: 26-38.
Ameghino, F. 1907. Sobre dos esqueletos de mamíferos fósiles armados recientemente en el Museo Nacional. Anales Mus. Nac. Bs. As. Serie III, Tomo IX.
Burmeister, H. 1867. Lista de los mamíferos fósiles del terreno diluviano. Anales del Museo Público de Buenos Aires, tomo 1, página 238 siguiente, 1867- 4º.
Burmeister, H. 1875. “Los caballos fósiles de la Pampa Argentina
, por el Dr. German Burmeister, Director del Museo Público de Buenos Aires. Obra ejecutada por orden del Superior Gobierno de Buenos Aires para ser presentada a la Exposición de Filadelfia, con VIII Láminas litográficas, Imprenta La Tribuna, 1875.
Politis, G. 1989. ¿Quien mató al  Megaterio?  Ciencia Hoy, vol 1. no.2: 26-35, buenos Aires.
Webb, S .D. 1991. “Ecogeography and the Great American Interchange”. Paleobiology, 17: 266-280.

Notas:
(1) (17/4/1874) (AHMACN No. 480).
(2)  “Los caballos fósiles de la Pampa Argentina”
Esta obra fue publicada en dos ediciones separadas en alemán y con apoyo oficial en español (2) en el año 1875, en ambos casos la tirada fue baja y orientada para el mercado extranjero, hecho por el cual no se encuentran copias, actualmente, en casi ninguna biblioteca especializada argentina. Un año mas tarde Burmeister presentó “Los caballos fósiles de la Pampa Argentina "
ante los miembros de la Sociedad Científica Argentina, de la cual era socio: y lo publicó en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, (Buenos Aires, 1876). Mas tarde en 1879 y 1889 actualizó la obra y publicó nuevamente en dos ediciones separadas en alemán y español (Burmeister, 1875a, 1875b, 1879, 1889) (3).
“Description Physique de la République Argentine  a´ près des observations personelles et etrangeres(Coni, Buenos Aires; Savy, París, 1876-1886); fue primero escrita en alemán y posteriormente en francés (el Tomo I fue editado y enviado con una dedicatoria impresa dedicada a Sarmiento). Comprendió cuatro tomos editados desde 1876 al 1879 junto con el álbum "Vues pittoresques de la Republique Argentine", que traía magníficas ilustraciones de la flora y de la fauna, geología y paleontología del país, y en la que él fue su único redactor e ilustrador. Editado por el Instituto Geográfico Argentino, mereció en la Exposición Geográfica de Venecia (1891) la medalla de oro por la calidad y cuidado en su presentación.* Die fossilen Pferde der Pampas-formation beschrieben von Hermann Burmeister. Idioma: Alemán (ger) Tipo: Libro/Texto Editorial: Buenos Aires: [s.n.], 1875.
(3) Los caballos fósiles de la Pampa Argentina.
Anales de la Sociedad Científica Argentina, (Buenos Aires, 1876).

(4) Nature 41, 82-84 (28 November 1889).