por Hugo P. Castello
El 31 de Enero de 1857,
fecha del arribo a Buenos Aires del profesor alemán de zoología Karl Hermann
Burmeister, fue el punto de partida, tanto en la Argentina como en el resto de
América Latina, de los estudios sobre fósiles y cetáceos. Estas dos
disciplinas, que si bien en los últimos 130 años han tenido algunos altibajos,
actualmente se encuentran en plena expansión en la Argentina. Entre 1864 y su
muerte en 1892, Burmeister, ya a cargo de la dirección del Museo Público de
Buenos Aires (actualmente Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino
Rivadavia"), inició y editó los Anales del Museo Público de Buenos Aires.
Durante ese tiempo, interesado por el estudio de delfines y ballenas del mar
Argentino, publicó un total de 21 artículos. Para quienes estudian los cetáceos
y pinnípedos de nuestras costas, no pasa desapercibido las enormes dificultades
que tiene que haber sorteado Burmeister para poder enterarse sobre varamientos
en distintas regiones de la costa argentina. Más complicado debe haber sido
acceder a caballo a dichos lugares, para luego recoger y transportar a Buenos
Aires los cuerpos completos de ballenas y delfines, muchos de ellos sumamente
pesados y en Ilustración de un zifio de Cuvier realizada por K. Burmeister
(foto A. Lichter). En estado de putrefacción.
Acuarela
del Delfin picudo descripto por Burmeister (Foto: Alfredo Lichter).
En una época en que la
bibliografía científica sobre zoología en idioma español no existía y, cuando
el mismo Burmeister admite que en 1872 sólo poseía dos documentos sobre
cetáceos: la descripción del Hyperoodon hecha por Vrolik en 1848 y el Voyage of the Erebus and Terror
escrito por Gray en 1846, se comprenden las grandes dificultades que debió
enfrentar ese científico para describir los numerosos ejemplares de cetáceos de
nuestra fauna que llegaron a su poder. Gracias a un constante intercambio
epistolar con el científico británico Gray, perteneciente al British Museum of
Natural History de Londres, Burmeister se fue aproximando a la correcta
clasificación de sus ejemplares, algunos de los cuales tuvo la enorme fortuna
de recoger en las costas del Río de la Plata, frente a la propia ciudad de
Buenos Aires. En aquella época este río no estaba contaminado ni surcado por
grandes embarcaciones como en la actualidad, y, por ende, las ballenas
penetraban con frecuencia por el estuario varando hasta en las islas del Delta
del Paraná (ver pág 98). Entre las especies de cetáceos que Burmeister
clasificó correctamente figuran la marsopa espinosa, Phocoena spinipinnis (ver pág 28), cuyo ejemplar tipo se conserva
hoy en la colección del MACN, y una nueva especie de ballena que en su momento
denominó Balaenoptera bonaerensis, ya
que apareció varada frente a las costas de Buenos Aires. Esta clasificación,
fue durante más de un siglo considerada como no válida, hasta que muy
recientemente, se clasificó a la ballena minke del Atlántico sudoccidental como
Balaenoptera acutorostrata bonaerensis
(ver pág 96). Quizás el caso más llamativo y más complejo que le tocó
investigar a Burmeister fue el de un delfín picudo macho de 3,95 m . de longitud, de la
familia de los zífidos, y que varó el 8 de agosto de 1866 frente a Buenos
Aires. Como el cráneo del ejemplar se asemejaba al del zifio descripto por
Cuvier (clasificado por aquél entonces como Delphinorhynchus de Blainville) y
al de la hembra estudiada por Dumontier y también porque presentaba algunas
semejanzas con el Hyperoodon examinado por Vrolik, su primera tentativa fue
denominarlo Ziphiorynchus cryptodon.
Curiosamente en 1866, Burmeister vuelve a revisar dicho ejemplar y decide
llamarlo Epiodon cryptodon y tres
años después lo corrige nuevamente a Epiodon
australe. De esta forma se convierte en el único ejemplar de Burmeister que
recibe tres nombres diferentes. Este hecho refleja la voluntad del autor de
acercarse a la correcta clasificación del mismo, sin temor a la crítica de sus
colegas. Si bien de este ejemplar Burmeister realizó perfectos dibujos de los
distintos huesos del esqueleto y del cráneo, desafortunadamente se han perdido
y sólo resta en nuestro poder una tenue acuarela del espécimen recién varado,
que nos permite clasificarlo hoy en día, sin dificultad alguna, como un zifio
de Cuvier. La acuarela de este cetáceo, que actualmente se exhibe en la Sala de
los gigantes del mar del MACN, fue recientemente restaurada, ya que el óxido y
hongos la habían deteriorado. Es esta sin duda la más antigua acuarela
existente de un cetáceo en América Latina y, al observarla con detenimiento,
uno no puede dejar de maravillarse de la precisión y nivel del artista. Sin
duda un reflejo del alto nivel de conocimientos anatómicos y zoológicos de este
científico, pionero indiscutido de la cetología argentina y latinoamericana.
Comentarios
del autor (27/10/2017):
En octubre del 2017
podemos informar que la ballena minke antártica descripta por Burmeister, como Balaenoptera bonaerensis es hoy en día
aceptada como especie válida, es más pequeña que la Balaenopotera acutorostrata que también está presente en nuestras
aguas y posee una mancha blanca en la aleta pectoral .
Llamativamente y después de un poco
más de un siglo y medio volvió a varar en la costas de Vicente López, cerca del
Puerto de Olivos, Provincia de Buenos Aires, el 17/10/17 una mal denominada "ballena picuda," probablemente un ejemplar de delfín de Cuvier , Ziphius
cavirostris, cuyo esqueleto habría sido recuperado por personal del Museo Argentino de
Cs. Naturales
Ver artículo del diario Clarín (22/10/17 : “Sorpresa en la costa de
Vicente López: apareció una "ballena picuda" muerta”.
Foto Revista "El Federal".
La acuarela del Epiodon australe muestra lo que hoy
conocemos como Ziphius cavirostris,
el mas común en todos los oceános de los delfines picudos.
Es importante mencionar
que es la única acuarela que sobrevivió hasta la fecha de las numerosas que
efectuó Burmeister La hallé muchos años atrás en la División Mastozoología del
MACN en muy mal estado de conservación. Estaba fijada sobre una hoja del diario
La Nación de la década de 1930.
Con
fondos propios (US$ 400) la hice restaurar por un experto, quien eliminó las
manchas de óxido que el papel de diario había transmitido a la acuarela
El
nombre del delfín estaba oculto por el óxido y después de la restauración se lo
pudo leer nuevamente.
Una vez restaurada la
acuarela fue exhibida por más de una década ,en la Sala “Gigantes del Mar”
hasta que en junio del 2005, el anterior
Director del MACN decidió desmontar dicha sala y crear un “bar temático” de muy
mal gusto estético, que de bar temático no posee ningún atributo.
La acuarela fue desmontada
de la pared y tirada en el piso.
Por
casualidad el Dr. Luis Cappozzo que pasó por dicho lugar la recogió y la
conservó hasta el día de la fecha en su laboratorio del 3er. Piso del MACN.